jueves, 25 de noviembre de 2010

Editorial: De Quijotes y molinillos.

Hoy dedico el Mineral Digital a un tema que me parece importante dentro de este mundillo mineralogico en el que nos movemos. Como es habitual en mis editoriales, removeré conciencias, heriré sensibilidades y sumaré nuevas y antiguas enemistades.
Para comenzar, citaré una frase de Javier Bardem, a quien hace pocos días escuché en una amplia entrevista en televisión:
" En esta vida hay que posicionarse, y cuando te posicionas, te creas enemigos. A esas personas que quieren llevarse bien con todo el mundo, les ocurren dos cosas, una es que no lo consiguen, la segunda que pierden su identidad en el intento."
Desde que era un chiquillo, y disculpadme la autobiografía, siempre tuve claro cual era mi posición, junto a los debiles, los oprimidos y los marginados. Era salir de clase, y todos aquellos que se iban para casa, sabiendo que en el camino podrían tener problemas con los abusones y ladrones habituales, se nos unían a mi y a mis hermanos pequeños, aprendí a pelear, por lo mío, por los míos, y por los demás. Raro era el día que no llegaba a casa sucio y desgreñado, eufórico porque había defendido a aquellos que necesitaban defensa, exultante porque había vencido a los malos, y todo a cambio de un jersey roto, un par de magulladuras (heridas de guerra) y poco más. No dejaré de citar los zapatillazos con que me obsequiaba mi madre, ni las clases de boxeo que me daba mi padre, gran aficionado a este deporte.
En fin que me crié en un barrio humilde donde si no defendías lo tuyo, te lo quitaban. Fuí un ávido lector desde chaval, la tele era cosa de ricos, y deambulé durante muchas horas por la biblioteca municipal, donde los libros eran gratis, devoré los comics de la época, el teniente Blueberry, Tintín y Corto Maltés, pasé al fascinante mundo de la literatura, y fué allí donde descubrí a Don Quijote de la Mancha, aquel pobre loco desfacedor de entuertos, me cautivó, un don nadie que se armó caballero para defender lo que él creía defendible.
Con esta herencia infantil y juvenil, sumada a mi caracter hispánico, he llegado a cierta edad, en la que se dice que maduramos y nos templamos, en mi caso, de madurez sin templanza.
Sirva esta larga introducción como preliminar informativo de las siguientes líneas.

Acontece en la actualidad de la mineralogía española, una sinergia de cambios, quiero creer que positiva, destinada a mejorar el nivel medio/bajo en el que esta se encuentra. Las razones por las que nos encontramos en este nivel son variadas, porque ésta es una afición claramente minoritaria, porque apenas existe literatura cientifica y obras de referencia, porque es la gran desconocida en ambitos internacionales, y porque como siempre, no nos hemos sabido vender. También tiene algo que ver la falta de unión, de la que siempre hemos adolecido, ya que aquellas iniciativas que lo intentaron en su momento, fueron derrumbandose por muy diferentes causas.
Bien, hoy en día, estamos cometiendo los mismos errores que llevaron al fracaso aquellas iniciativas, la historia se repite, la diferencia es que ahora, los responsables son otros, pero con los mismos collares.
Estas iniciativas, la antigua y la nueva, comparten cosas en común, ambas son injustas, ambas son impuestas y ambas son utópicas. A los críticos de la nueva, yo soy uno de ellos, como no, nos acusan de dinamitar e intentar destruir esta iniciativa, de fracturar algo que nunca estuvo unido, como es el mundillo mineralogico español, es triste comprobar, que tuvimos predecesores a quienes se acusó en su momento de las mismas cosas, porque dieron un punto de vista opuesto al del "interes general", o porque fueron "politicamente incorrectos", e incluso "nada diplomáticos", es decir no siguieron el camino marcado por el gurú de turno, quien a bombo y platillo proclamaba su honestidad y su generosidad, seguido muy de cerca por aquellos que aspiraban a ser "la punta de lanza de la mineralogía española". Ocurrió que un día se dieron la vuelta para que los aplaudieran, y no había nadie. Y de "punta de lanza" pasaron a "palillo de dientes".

Como decía, la historia es cíclica y por ello reiterativa, y como seres humanos que somos, repetimos los mismos errores, el mayor de ellos, en mi opinión, es pensar que el fin justifica los medios, y que todo aquel que discrepe de este fin, es un agitador que sólo pone palos en las ruedas de la gran carroza real. Quizás, y solo quizás, si dejaran de mirar al horizonte, y a sus propios ombligos, se darían cuenta de que para que su carroza circule, se está creando un camino debajo, y que ese camino lo crea la gente de a pié, no los que van subidos enarbolando falsas banderas y jaleando las gastadas consignas, sino el mineralogista caminero, esforzado e ilusionado, el débil, el despreciado en muchas ocasiones por no ser el ilustrado, por no disponer de los medios del licenciado.
Y en este camino de carrozas y realengo, de vez en cuando se cruza un paisano a lomos de su asno, circulando por una senda que ha pisado durante años, y de la cual conoce hasta la última hierba y piedra del camino, es entonces cuando desde la carroza le gritan, "apartate de nueestro camino, llevamos prisa, la gloria nos espera", y el paisano, imperturbable, dice "no". Entonces se suceden los errores, y el abuso, se pierden las buenas maneras, si alguna vez las hubo, y el gurú envía a sus mejores acólitos a apartar al paisano, "me lo saquen a la cuneta", y el paisano se defiende como puede del empuje fervoroso de los carrozeros.
Es entonces, cuando desde la loma, el Quijote deja su puesto de observación, desciende al valle y pregunta lo que ocurre, es entonces cuando se le revuelven, y también es entonces cuando los desbanda con su lanza. Que mala persona es el Quijote, si nosotros sólo queríamos llegar al horizonte, que es la tierra prometida para todos.
El error es no compartir la senda, la cual es de todos, el error es creerse los únicos destinados a esa senda, y a ese fin, los imprescindibles.
Los demás, camineros, paisanos y quijotes, no importamos, somos prescindibles, solamente importamos mientras trabajemos para que ellos consigan sus fines, cuando no nos necesiten, nos escupirán, como a un palillo de dientes usado.
Estos son los nuevos molinos, que por ineptos, previsibles e inacapaces, no son más que molinillos.
En esta vida, todo pasa, y todo muere, y sólo se recordará la senda del paisano, la cual será seguida, andada y mejorada, por los que vengan detrás, habrá nuevos gurús, nuevas carrozas y nuevos molinillos, pero de esos, de esos no se acordará nadie.

Texto: Picapiedra
Imagen: Juanjo y Pablo.

1 comentario:

Nimfiara dijo...

Muy buena metáfora Pablo, me ha gustado.
Quien sabe, lo mismo en un futuro (espero que no muy lejano) comenzamos a colaborar de verdad.

Esta vez, al menos, parece que hay buenas intenciones, a ver si llega a dar frutos.

 
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