Juanjo L.G. en la Mina del Toral.
Hace dos semanas, El Mineral Digital visitó la antigua Mina del Toral, una explotación de mineral de hierro de las muchas que pueblan el territorio vizcaíno. El porqué de la elección de esta mina en particular tuvo que ver con la falta de información acerca de ella existente. También por hallarse enclavada en un paisaje singular e impresionante desde el punto de vista medioambiental, el encinar de Sopeña, recientemente declarado Espacio Natural Protegido por el gobierno vascoSe trata este de un bosque adehesado de encinas, poco corriente en la cornisa cantábrica, dicho encinar se ubica a los pies de un farallón calizo, Armañón, en el cual se halla esta mina del Toral. La dificultosa ascensión hasta la bocamina se realiza trepando, ya que dicha boca se encuentra a unos 20 metros de altura del pie del farallón, enclavada en el mismo centro de este macizo. Pudimos comprobar de primera mano la difícil tarea con la que se encontraron los mineros que se dedicaron a explotarla, su inaccesibilidad debió hacer de su trabajo una tarea dura y muy pesada, a la vez que arriesgada, ya que las paredes caen a pico.
En la parte inferior se apreciaban restos de escombreras, donde las limonitas y los óxidos de hierro predominaban, junto a bloques calizos que habían desechado en su labor. Una vez en la bocamina, esta resultó ser una oquedad natural, la cual habían agrandado y excavado, extrayendo el mineral de hierro. Pronto descubrimos una buena geoda de calcitas, en el techo de una de las dos galerías, estas presentaban un habito monoclínico con interpenetración, de unos tamaños ciertamente agradecidos, entre los tres y los doce centímetros, piezas que a pesar de no ser de una transparencia y perfección considerables merecieron el esfuerzo de la dura escalada y su posterior y dificultosa extracción. Poco más de interés mineralógico nos pudo ofrecer esta mina, algún ópalo menilita de entretenidas formas y una larga sucesión de materiales piriticos en descomposición, amén de una larga lista de osarios caprinos y arácnidos desusadamente grandes y peludos. Por supuesto que las vistas sobre el encinar de Sopeña y los pinares anexos, así como de la parte alta de este valle de Carranza resultaron tanto más satisfactorias como la visita a esta antigua explotación minera. No podemos obviar la visión de águilas, buitres, ciervos, zorros y un sinfín de pequeños mamíferos y batracios que pueblan todo el encinar, los cuales ajenos a nuestra presencia en las paredes del farallón nos ofrecieron un espectáculo natural ciertamente encantador.
Texto y Fotografías: Picapiedra
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1 comentario:
Genial la primera foto. Es de lo más pintoresca!
Felicidades como siempre.
Guzmán García
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