Programas europeos financian la recuperación para el turismo de minas geológicas ya cerradas, un patrimonio que en España está en manos de iniciativas municipales y no cuenta con una regulación.
El origen de la minería está intrínsecamente ligado al desarrollo del ser humano: desde las piedras de sílex que buscaban con ahínco nuestros ancestros hace cientos de miles de años para hacer herramientas hasta el coltán que requieren los ordenadores. El interior y el exterior de la corteza terrestre han sido agujereados, excavados, hasta encontrar las preciadas vetas de los más variopintos materiales que la especie iba utilizando. Muchos de ellos, siguiendo los avatares del progreso, eran y siguen siendo codiciados (oro, diamantes, gemas preciosas...) desde hace milenios, otros cayeron en desuso, o fueron sustituidos, y los agujeros, las minas, en torno a los cuales surgieron pueblos y culturas, se abandonaron.
El interés por rehabilitar estas minas, subterráneas o a cielo abierto, como espacios turísticos en los que mostrar su valor geológico y antropológico se ha disparado en los últimos años, pero la descoordinación de las iniciativas es absoluta en todo el país. No existe ningún mapa ni ninguna web en la que figure el patrimonio minero que hoy se puede visitar, tampoco está claro de qué departamento autonómico dependen, si de Industria o de Turismo, ni se tiene constancia de qué minas, de las que ya no se explotan, están en peligro de hundirse, aún cuando su valor geológico, antropológico y cultural podría dar un impulso económico a la zona en la que se ubican.
Se calcula que en España hay entre 40 y 50 minas visitables, algunas pequeñas galerías y otras grandes instalaciones, en la mayoría de los casos restauradas gracias a fondos europeos. Es lo que ocurrió con las minas de Almadén (Ciudad Real), que el mes que viene presentará de nuevo su candidatura como Patrimonio de la Humanidad a la Unesco por ser las minas de mercurio más grandes del mundo, explotadas desde la época de los romanos. Desde que se abrieron las galerías en 2008, ya han pasado por allí más de 65.000 personas.
También fue financiada con ayudas públicas europeas la resurrección de la Montaña de la Sal de Cardona (Barcelona), otro espacio único en Europa que fue de los primeros en reabrirse, en 1997, por su belleza, su interés geológico y su riqueza botánica.
PROYECTO ATLANTERRA. Ahora, en Galicia, se acaba de ponerse en marcha el proyecto Atlanterra, en colaboración con otros países europeos y también financiado con dos millones de euros de fondos FEDER. Se trata de impulsar el aprovechamiento de su patrimonio minero. «Primero identificaremos áreas de interés, no sólo minas subterráneas, sino edificios, maquinarias... En San Finx se está haciendo algo, y en Fontau, pero hasta ahora ha habido poco interés de las Administraciones publicas», reconoce Ángel Ferrero, coordinador en Galicia de Atlanterrra por parte del Instituto Geológico y Minero de España (IGME).
El geólogo Enrique Díaz Martínez, también del IGME, apunta que hay infinidad de minas en España a las que se podría dar un aprovechamiento económico. «Donde hay una mina hay un afloramiento geológico interesante porque es una anomalía. Sin olvidar la parte antropológica que las rodea porque se están perdiendo tradiciones únicas. Hay lugares donde, sin bajar a una galería, se pueden ver castilletes, poblados, torretas y máquinas de la arqueoindustria que son muy interesantes», apunta Díaz Martínez.
De momento, casi todas las iniciativas son municipales y en algunos casos los resultados son desastrosos. Así lo denuncian en la Sociedad Española de Defensa del Patrimonio Geológico y Minero. Su presidente, Enrique Orche, reconoce que la falta de una regulación general hace que algunas minas caigan en manos de desaprensivos que las rehabilitan mal y sin que quede claro de quien depende su seguridad. «Cada autonomía, y son 17, va a su aire. Algunos departamentos de Minas dicen que como ya no se explotan, no depende de ellos, sino de Turismo, donde no saben nada de seguridad minera. Otros las reforman sin mantener su autenticidad. En Europa hay 800 minas recuperadas y 23 son Patrimonio de la Humanidad por su interés geológico y cultural. Aquí es el desgobierno. Depende de cada pueblo que busca dinero donde puede para abrirlas», afirma Orche. Su percepción es la misma en los gestores de las fundaciones que mantienen algunas de las más exitosas minas turísticas. Almadén ha pasado de 1.500 visitas anuales a las 25.000 de 2009. El director de la mina, Javier Carrasco, reconoce que poder recorrer 1.500 metros por las galerías de las vetas de mercurio ha mejorado el nivel de vida del municipio. «Se cerró en 2003 y se abrió al público en 2008. Pero es cierto que en España cuesta darle valor, la falta de una legislación clara dificulta su reapertura pública por problemas de seguridad. Además, mucho patrimonio industrial no se ha conservado, como en Europa».
La Montaña de la Sal de Cardona también depende de una Fundación municipal. Originada en un mar interior de hace 40 millones de años, esta mina de sal potásica se cerró en 1990 y desde 1997 es un reclamo turístico que atrae millares de visitantes al interior catalán. Si sus 500 metros de galerías sorprenden con sus estalagmitas de sal, en el exterior se observan extrañas plantas de terreno salino. «Esto es un entorno único y aquí se ha conservado, pero hay muchas minas que se dejan hundir. A nadie se le ocurrió derribar las catedrales del siglo XV, pero estamos abandonando la industria que representa parte de la actividad humana del siglo XX, una pena», concluye Alex Tripiana, responsable de formación de este enclave catalán.
Fuente: Diario El Mundo
Texto: Rosa Mª Tristán
Imagenes:A.H.
Enviado: Txema Usoz
Composición: Picapiedra
1 comentario:
Que miedo... en cuatro días tenemos una legislación prohibicionista (lo que mejor se les da a los políticos de este país) y multarán a cualquiera que se atreva a mirar una piedra más de 10 segundos, como pasa ya con los fósiles.
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