Hace algunas semanas el diario “La Opinión de Zamora”
recogía la noticia de unas compañías que buscan oro en los alrededores de los
vestigios arqueológicos estudiados en las zonas de ese Sayago roto y cortado
por el Duero, donde se levanta el núcleo más rico de Aliste, desde Cerezal
hasta Pino del Oro, un área que removió esa historia entre mítica y a la vez
sueño dorado de unos restos y una toponimia que sigue guardando los más
secretos fondos y quién sabe las sorpresas que esconde en esa geología que
cubren las sombras del abandono y las alfombras de los despachos.
Es apasionante repasar la historia de la minería en la
provincia desde los tartesos hasta mediados del pasado siglo veinte cuando se
cierran las últimas explotaciones, una larga relación de excavaciones nos han
dejado testimonios llenos de recuerdos, que solo de cuando en cuando se citan
en los testimonios escritos y en los restos que los estudios arqueológicos
sacan a la luz.
Así tenemos las referencias a la cita de Pino de Oro o la de
la casiterita de Carbajosa o Arcillera hasta mediados del pasado siglo veinte,
junto a la de Pereruela en la margen izquierda del Duero junto a las Aceñas
quemadas y como resto de la lejana época romana la gran explotación de la
casiterita junto al Teso Borrajo, hoy Pueblica de Campeán. De esa misma época
es la explotación de caolín de las llamadas Barreras de Pereruela, y siguiendo
en Sayago hemos de recordar el aprovechamiento del wolframio en la zona de
Zafara, durante el ya lejano período de la Primera Guerra Mundial, junto a otra
cita de Aliste en ese Brandilanes lleno de secretos y de paisajes dormidos,
pero tan atractivos que muchas veces nos confunden.
Y recordando ese lejano mundo seguimos en Aliste y más
concretamente en Palazuelo de las Cuevas. Allí están los restos, en lo alto del
cerro, de la explotación de variscita como piedra semipreciosa, donde, de vez
en cuando, aparecían también turquesas que siguen medio escondidas en esos
bretones de los sierros cuya alma de cuarzo marca al norte del Duero y al sur
ejes de sierros en los que las sorpresas geológicas siguen escondidas.
Cuando recorres las páginas de las «Memorias Geológicas de
la Provincia de Zamora» de Gabriel Puig y Larraz, de los finales del siglo
diecinueve, quedas sorprendido, cuando recorres la provincia, de lo que vas
pisando y nada digamos cuando el recorrido lo haces junto a un enamorado de ese
mundo, como tuve la suerte de hacerlo a lo largo de muchos sábados y algún
domingo, acompañando a don Juan Pantoja Salguero, delegado de Industria en
nuestra provincia allá por la década del sesenta, pisando a gatas las pizarras
de Riofrío, incluida alguna huelga poco corriente en aquel tiempo.
A don Juan Pantoja y Salguero le sucede su amigo Santos, ya
en plena transición, y recuerdo cuando recorríamos el eje geológico de
Palazuelo de las Cuevas y en el término del Monte del Marqués, término de la
villa de Alcañices en una tarde de itinerario geológico, que apareció aquella
hermosa turquesa, una de esas sorpresas que buscas y casi nunca encuentras.
La orla o aureola metamórfica que enmarca y rodea el
batolito granítico de nuestro Sayago, destacándose la zona de contacto de las
pizarras y el granito y un auténtico cristal geológico en ese laberíntico
recorrido del Duero del Porvenir, con gneis porcelánica, sierros en los que el
cuarzo cristalizado es moneda corriente y que nuestros maestros nos explicaban
con calor novedoso junto a otras piedras que llevábamos con sentida emoción,
despertó en nosotros un atractivo que ha dado sus frutos, como siempre, tiempo
andando.
Hoy Tamame está marcando una senda viva, el sueño de la
Geología hay que romperlo alguna vez.
Fuente: La Opinión de Zamora
Texto: Herminio Ramos
Imagenes: DYCYT y Geominero.blogspot
Enviado: Saúl Bercia. Zamora
Composición: Picapiedra
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