El hallazgo estuvo a punto de provocar un accidente, ya que al dueño de la empresa que realizó la tala le faltó poco para caer por un pozo de respiración de la mina, un socavón de varios metros de profundidad que estaba casi totalmente oculto por la maleza. En la zona se localizaron otros dos respiraderos de este tipo. Además de estas aberturas auxiliares, los vecinos han encontrado cuatro bocas de acceso a las galerías de la mina, situadas en diferentes puntos del monte Penido, a escasa distancia unas de otras. Tres de ellas están en la margen izquierda del río Loureiro -a diferentes alturas de la ladera- y la cuarta, en la margen derecha.
Las minas de Todrigo se explotaron en el siglo XIX para abastecer de mineral de hierro a la antigua ferrería de Loureiro -de la que aún se conservan unas importantes ruinas-, una de las numerosas fábricas artesanales de hierro que funcionaron antaño en la montaña lucense y que desaparecieron a finales de esa centuria ante la fuerte competencia de los altos hornos vascos. Este yacimiento debió de tener un carácter secundario, ya que la ferrería de Loureiro se abasteció sobre todo de las minas de A Veneira de Roques, más importantes que las de Todrigo. El transporte del mineral se hacía a lomos de mulos por un sendero que une la mina con la ferrería y por el que difícilmente podrían circular los carros debido a lo empinado del terreno.
En los años 50, varios vecinos de la zona fueron contratados durante unos días por una empresa -al parecer alemana- para efectuar unas catas en las viejas minas, pero el filón no resultó ser suficientemente rentable como para reabrir la explotación. Las minas cayeron otra vez en el olvido. Hoy en día -tomando las debidas precauciones- podrían suponer un importante atractivo para el senderismo. El lugar donde se encuentran solo es accesible a pie o en todoterreno.
Texto: Francisco Albo. (La Voz de Galicia).
Fotografías: Carlos Rueda
Enviado por: Carlos J. Rodriguez
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