En los últimos días he podido leer el Informe relativo a la Exhumación y Análisis de dos fosas comunes del cementerio de Bera realizado por el equipo del forense Francisco Etxeberria . La exhumación se realizó el pasado mes de noviembre. Con ella se trataba de recuperar los restos de los más de un centenar de simpatizantes del bando republicano fusilados en la cantera de Bera, traídos desde la cárcel de Ondarreta y vecinos de diferentes localidades guipuzcoanas.
Hay que recalcar que la cantera de Bera sería el lugar de
Navarra en donde habría sido asesinada más gente, constituyendo a priori una
óptima credencial para ser catalogada como de los principales lugares de la
memoria navarros en relación con la represión franquista durante la guerra
civil. Aunque por problemas derivados con la construcción en los años
ochenta de fosas particulares encima de la mayor parte de la fosa común
primigenia, solamente se han podido recuperar restos de siete asesinados, un
informe de la Guardia Civil transmitido por el Gobierno Civil de Navarra en
enero de 1959, en cumplimiento con la orden de localización de fosas comunes de
la guerra para el traslado de restos al Valle de los Caídos, hablaba de la
existencia de restos de unos 130 ejecutados en la misma.
Ni en el informe referido, tal y como señala la lesakarra
Ana Rekondo que al igual que en otras cuestiones relativas a otros asesinados
en ésta también ha dado pruebas de su extraordinaria tenacidad y perspicacia,
ni en nuestras investigaciones acerca de la materia se han conseguido más datos
sobre los nombres de los asesinados porque ni en el archivo municipal ni en el
archivo del juzgado de paz de la propia localidad hay ningún documento al
respecto como resultado, sin duda, de una exhaustiva labor de expurgo
documental sobre la materia.
Aunque Iñaki Egaña, uno de los elaboradores del informe,
recoge la hipótesis, que ya mencionaba en una obra anterior, de Andoni
Astigarraga de que los fusilamientos de Bera tuvieron lugar los días 17, 18 y
19 de enero de 1937, él mismo apunta, en conformidad con los datos aportados
por los registros civiles de varias localidades guipuzcoanas relativos a una
docena de fusilados en la cantera de Bera, que los asesinatos acaecieron en el
otoño de 1936.
La secuencia de esos asesinatos habría sido a tenor de esos
datos la siguiente: 13 de septiembre (1), 14 de septiembre (1), 22 de
septiembre (1), 27 de septiembre (1), 3 de octubre (1), 13 de octubre (1), 15
de octubre (1), 15 de noviembre (4), 17 de noviembre (1). Seguidamente se
reproducen diversos testimonios literarios acerca de los fusilamientos de la
cantera de Bera. Cuatro de ellos pertenecen a la familia Baroja y se ordenan
según el orden aproximado en que fueron redactados. Como se ve, todos esos
testimonios están entrelazados entre sí y muestran que se habrían basado en
unos mismos informantes para ofrecer los detalles que suministran.
El quinto testimonio corresponde a un obrero de la Fábrica
de Fundiciones de Bera movilizado a mediados de agosto de 1936 y que fue
entrevistado a los pocos meses, recogiéndose su testimonio en un volumen
recopilado por José Miguel de Barandiarán. Todos ellos sirven para ubicar
cronológicamente los fusilamientos de la cantera de Bera en el otoño de 1936,
tras la toma de Irún y de San Sebastián. El primer testimonio es de
Carmen es el de Carmen Baroja y Nessi, hermana de Pío y Ricardo y madre de
Julio y Pío Caro Baroja, en su autobiografía Recuerdos de una mujer de la
generación del 98 (Barcelona, Tusquets, 1998).
Entre las páginas 172-173 narra lo siguiente: “Luego
en noches sucesivas se hablaba en el pueblo, con gran misterio y por los
rincones, de los camiones que llegaban de noche y paraban en la cantera que hay
camino de Lesaca: - Sí, esta mañana ha venido el nuestro con unas
hermosas botas y un jersey... - Creo que han sido treinta, ayer no fueron
más que doce … - Allí estaba el alcalde, para que no quedara rastro por
la mañana... - Dice que son casi todos ferroviarios...
La gente que vivía en los caseríos de encima de la cantera
salía de noche de sus casas para no oir las ametralladoras ni los lamentos. Los
chiquillos del pueblo iban a escarbar en la tierra y encontraban allí hebillas
de cinturón y algún encendedor. Afortunadamente, nuestra casa queda a más de
dos kilómetros de este sitio siniestro. En el cementerio ya no quedaba sitio
para enterrar a la gente”. El segundo testimonio es el de Pío Baroja en
su obra La guerra civil en la frontera, publicada por Caro Raggio en 2005 y
redactada coetáneamente o en los años posteriores a la luz de anotaciones
hechas entonces y de informaciones suministradas por otras personas.
Entre las páginas 153 y 154 señala “Parece ser que la
cantera de Vera es un lugar de fusilamiento, que va tomando unas proporciones
horribles. Se fusila de noche. El alcalde del pueblo, un indiano, gordo con
aire estúpido, se presta a ayudar en las ejecuciones generosamente, y va con un
farol a iluminar el sitio donde se mata. ¡Qué bajeza!”. También se refiere
equivocadamente al asesinato del abogado irunés Nicolás Guerendiain en la misma
cantera de Bera. El tercer testimonio es de Julio Caro Baroja y fue
publicado en su obra Los Baroja (Madrid, Taurus, 1972) en la página 320: “Hubo
unos días, después de la toma de San Sebastián y de amplias zonas de Guipúzcoa,
en que se hizo famosa la cantera de Vera, que queda a la salida del pueblo
hacia Pamplona.
Era entonces un monte mucho menos socavado que hoy, pero que
ya dejaba un anchurón, producido por las extracciones de piedra. Allí llegaban
por las noches camiones con hombres de Guipuzcoa para ser fusilados”. “Frente a
la fábrica del pueblo, en una antigua cantina, vivían dos amigos nuestros, y,
uno de ellos, el tenor Isidoro Fagoaga, tuvo una crisis nerviosa a causa de lo
que oía en aquellas noches trágicas”. El cuarto testimonio es de Pío Caro
Baroja. En su obra Itinerario sentimental (Guía de Itzea) (Pamplona, Pamiela,
1996) entre las páginas 144-145 habla de los fusilamientos de la cantera y los
data “después de la toma de Irún de la entrada en San Sebastián, el día 15 de
septiembre”. “La cantera de Vera es un alto frontón de granito -en esa época
mucho más reducido que actualmente- situada a la salida del pueblo camino de
Pamplona, junto a la primera curva de la carretera”. “Todas las noches de la
una a las dos de la mañana llegaban varios camiones con los focos apagados
desde la zona que los franquistas iban dominando.
Como el puente de Endarlaza estaba cortado venían por la vía
del tren -a la que habían quitado los raíles- que está al otro lado del río”.
Al llegar a la cantera, “saltaban inmediatamente con sus fusiles, algún oficial
y se les unía un grupo de paisanos del pueblo entre los que se distinguía un
grueso individuo portador de un farol”. “De detrás de la caja a culatazos iban
bajando los presos, gente vestida de azul, de todas las edades, que suplicaban,
lloraban o se mantenían erguidos. Los traían atados y si ofrecían resistencia
los tiraban empujándoles desde la caja del camión al suelo.
Luego los colocaban frente a los faros del coche y desde los
laterales del vehículo los iban disparando como podían hasta que quedaban
tendidos en el suelo, entonces el motor dejaban de tronar, un oficial se
acercaba, empujaba con el pie los cuerpos hasta descubrir sus caras y los iba
rematando uno a uno con una pistola chiquita con cachas de nácar.
Después los paisanos ayudaban a cargar los cadáveres y uno
de ellos se montaba en la cabina para indicar al chófer dónde estaba el
cementerio del pueblo, en donde les enterraban en la zanja”. “Yo sé, porque lo
he oído decir, que había algunos de los condenados que intentaban quitarse la
vida en el camino, pegándose golpes con la cabeza contra la caja del camión, sé
que hubo alguno que herido llegó arrastrándose hasta el río, y de muchos que
murieron con la frente erguida de espaldas ...pues a pesar de tener los ojos
vendados tenían los criminales temor a sus miradas”. “Cuando terminaban con
todos los que habían traído, la cantera quedaba en silencio, el hombre del
farol y sus acompañantes trataban de borrar todo residuo de sangre o algún otro
resto delatador de los asesinatos”.
Anteriormente, se había referido al alcalde del pueblo con
estas palabras: “El alcalde republicano del pueblo, hombre que pesaba a la
sazón más de ciento treinta kilos, ante los hechos y la presencia de paso de
Beorlegui y por el gran temor, se presentó al oficial que estaba en el hotel
del pueblo en la misma carretera a Pamplona y allí, de rodillas, y ante tres o
cuatro oficiales más confesó su equivocación de ideas, pidió perdón suplicante
y testimonió que él siempre había ido a misa como el primero, que había sido
buen católico y que siempre y en todo momento había defendido la causa del
carlismo, aunque para ello y para ser más efectivo había aceptado aquel cargo
de la alcaldía. Beorlegui, ante aquel mar de lágrimas hecho en sincera
confesión se apiadó y le revalidó el título.
El alcalde le besó las manos y probablemente en un acceso de
entusiasmo les abrazaría y les invitaría a café y copas y acto seguido daría
cuenta de los elementos peligrosos del pueblo y de la forma de apoderarse de
ellos si es que quedaba alguno, pues él mismo había visto subir aquella mañana
camino de Francia a tres o cuatro jóvenes que pertenecían al Círculo
republicano como los de Oroz, los Apat y algunos otros (…). Pero no todos se
escaparon, alguno cayó como Seminario, que había intervenido en las
conversaciones de los obreros republicanos y los guardias civiles del pueblo, y
otros dos más que se encontraron con el tiempo” (pp. 141-142). Por último,
el testimonio de Santos Echeverria, recogido por Ignacio Azpiazu en Ascain
junto con otros 135 testimonios recopilados por José Miguel de Barandiarán en
el libro editado por el Instituto Bidasoa en 2005 con el título La guerra civil
en Euzkadi. El testimonio de Echeverria, situado entre las páginas 223 y 225 de
ese volumen dice lo sigueinte: “Yo estaba en Vera (Navarra) cuando
estalló la Revolución.
Vera es un pueblo, cuya opinión política está dividida en:
Requetés, U.G.T., Unión Republicana y Partido Nacionalista Vasco. No puedo
calcular el volumen de cada una de estas opiniones. A mí me sorprendió el
movimiento. El lunes siguiente al 18 de julio yo fui a trabajar como de
costumbre a la Fundición de Vera, donde haciendo una labor dura entre polvo y
sudores durante 8 horas diarias ganaba 6 pesetas al día. Entre los obreros iba
ganando terreno la idea socialista debido principalmente a que éramos deudores
a la República de las pequeñas mejoras que habíamos conseguido.
Antes de la implantación de la República trabajábamos 12
horas diarias y yo ganaba 3 pesetas, pues bien – como digo yo – fui el lunes a
trabajar y pronto hubimos de interrumpir nuestras labores porque unos obreros
de Irún armados de pistolas y escopetas se presentaron en la fábrica
invitándonos de buenas formas a la huelga, que se había organizado con motivo
de la sublevación de los militares. Estos milicianos fueron dueños de Vera
durante todo el día y toda la noche del lunes hasta las 6 de la mañana del
martes, hora que marcharon a Endarlaza. Ningún acto de violencia cometió, a
nadie molestaron ni detuvieron. A la seis y media del martes entraron los
requetés. Entre gritos de guerra y gestos de amenaza. Enseguida asaltaron los
centros políticos contrarios a ellos; robaron cuanto en ellos encontraron y
arrojaron por las ventanas sillas y mesas.
Registraron todas las casas de los que no eran carlistas y
detuvieron a muchos, entre ellos a sus maestros nacionalistas vascos, cuyos
nombres no conozco, a un tal Echenique, a D. Faustino Martínez, a Aldazábal
apodado “Pistolas, a Cesáreo llamado “Sin rival” y a un carabinero. A todos los
llevaron a Pamplona y fusilaron a D. Faustino Martínez, a Pistola, a Sin rival
y al carabinero. Muchos hombres fuimos a Francia, yo entre ellos y a todas las
familias pusieron en el trance de o reclamarnos a su lado o salir del pueblo. A
mi padre le dijeron que si no volvía a Vera en el plazo de 24 horas fusilarían
a él. Al llegar a mí esta noticia volví inmediatamente a Vera.
Mi primera impresión fue de temor. Supe enseguida que se
habían cometido muchos crímenes. Detenían diariamente 10-20 rojos y
nacionalistas, los llevaban a la cantera denominada “Argaiztzeko Arrobia”, los
ataban de pies y manos y los tenían allí durante todo el día. A todos los que
por allí pasaban se les obligaba a detenerse y a mirar a los que estaban
prisioneros en la cantera. Eran requetés y falangistas los que así obligaban a
los viajeros al grito:” Vista a la derecha”…” Vista a la izquierda”. A la noche
fusilaban a los detenidos a los cuales se les daba sepultura en el cementerio o
en el lugar llamado “Bartzalekua”, según que los ajusticiados se hubieran
confesado o no. Algunos hombres de Vera se veían obligados por los requetés a
hacer de enterradores.
Entre ellos mi padre. Yo estuve escondido en mi casa
desde que llegué hasta que fui llamado a frentes el 6 de agosto. Los que más se
distinguieron en Vera como entusiastas del movimiento fueron D. Ángel Garín,
que costeaba a los requetés a esplendidos banquetes y al P. Fernando que se
dedicó a reclutar voluntarios. Este religioso iba vestido con uniforme de
requeté y llevaba al cinto una pistola. El 6 de agosto fui a Pamplona en
calidad de soldado. En Pamplona solían matar mucha gente. El público conocía el
lugar y la hora de los fusilamientos y solía asistir a las ejecuciones en masa
especialmente señoritas. A todos horribles espectáculos y para poner orden
solíamos ir 10 ó 15 soldados de cada compañía. Yo fui una vez.
Aquella mañana fusilaron a dos fornidos muchachos”.
Finalmente, Echeverria, a finales de la primavera de 1937, conseguiría regresar
a Bera desde el frente en Vizcaya y pasar desde allí a Francia. Los
fusilamientos de guipuzcoanos afines a la legalidad republicana en la cantera
de Bera, convirtiendo a este lugar en un auténtico icono por la magnitud de lo
vivido allí, también debe contemplarse como una prolongación hacia el exterior
de la represión franquista en Navarra. Existen testimonios de la actividad
represora de franquistas navarros en los centros de detención de San Sebastián
tras la toma de esta ciudad, incentivada desde luego por los mensajes de
depuración publicados por la prensa navarra en aquel trágico otoño de 1936.
Fuente: Noticias de Navarra
Texto: Fernando Mikelarena
Imágenes: Igor Urrestarazu, Bdasoatxingudi, Amakdeodelot.
Enviado: Aitor Arralde. Donosita.
Composición: Picapiedra