Termina este 2011, un año que ha supuesto un punto de inflexión en la andadura del Mineral Digital, un año que comenzó con el firme propósito editorial de mantener y prolongar una línea de actuación similar a la de años anteriores, en pro de una manera diferente de entender una afición. Durante este año hemos procurado en lo posible apartarnos de las supuestas líneas oficiales, fueran estas científicas, comerciales, o interesadas, adentrándonos en la afición pura, sin artificios ni manipulaciones. Para ello hemos empleado como armas la ilusión y la pasión, ambas nos han permitido acceder a campos del conocimiento que hasta ahora no habíamos visitado, o que simplemente habíamos vislumbrado, a través de las rendijas que apenas dejaban entrever la amplitud de dichos campos.
Durante este periplo hemos cometido errores, perdido amigos que tomaron diferentes caminos, pero también hemos acertado en otras ocasiones, y adquirido e integrado nuevas amistades que han aportado mucho más interés al viaje, y con quienes compartimos los pasos a seguir. La vida se compone de pérdidas y encuentros, es inevitable, solo podemos que disfrutar de las compañías mientras permanecen a nuestro lado, en esos fútiles instantes que compartimos, unos más duraderos que otros, los más, inalterables.
Caminando por esta senda hemos contemplado el devenir de la mineralogía “orientada al ejemplar”, como se ha dado en llamar a nuestra afición, hemos visitado las ruinas de lo que en otro tiempo fueron las ferias comerciales del mineral, templos agónicos del dinero fácil, sombras de un pasado que desaparece, engullido por las baratijas y el peso de su propia falsedad. Templos vacíos y sin contenido, aburridos, poblados de más de lo mismo, y de los mismos de siempre, cansinos y enfermos.
En la misma senda hemos visitado los nuevos silos, donde la semilla espera paciente ser sembrada en otros campos más fértiles, donde la generosidad y la solidaridad son el agua y el abono que las harán crecer y desarrollarse, ajenas a las plagas del egoísmo y la ruindad, inmunes a un pasado que solo han de recordar, para no cometer los mismos errores que otros cometieron antes. No será una senda fácil de caminar, siempre habrá rapaces y córvidos que amenacen la semilla recién sembrada, la joven plántula, fresca y vigorosa, el fruto del trabajo compartido. Mas la mano férrea del sembrador seguirá alzándose una y otra vez, imperturbable, inasequible al desaliento, convencido de que por cada semilla robada, germinaran diez, cien, mil.
Nuevos descubrimientos nos esperan, nuevas metas, nuevos objetivos renovados, nuevas esperanzas. Momentos compartidos alrededor de una geoda, en una galería, en una escombrera, con aquellos que saben apreciar el placer de la salida, el descanso del bocadillo, el largo viaje. Con aquellos sembradores que nos completan, nos enseñan y nos sustituyen, con personas, no personajes, con seres humanos, no dioses.
Afrontamos el nuevo año cargados de renovadas energías, mirando atrás sin ira, absortos en la nueva siembra y los nuevos campos, ávidos de nuevos conocimientos y nuevas formas de transmitirlos, presintiendo ese futuro que no nos pertenece, pero del que queremos formar parte, siendo la primera de muchas piedras que vendrán después, las cuales conformarán un nuevo silo, un nuevo hogar.
Gracias, a todos, los que habéis caminado hasta aquí, y los que no, los unos porque sin vosotros hubiera sido mucho más duro el camino, los otros porque sin vuestros ejemplos nunca hubiéramos sabido cual era el camino equivocado, el que no debíamos tomar. Ahora somos muchos sembradores, y aún queda mucho campo que cultivar. Sigamos trabajando juntos, y cuando llegue la cosecha, sus frutos nos volverán a compensar.
Texto: Pablo Cantero Castillo. Picapiedra
Imagenes: Alaneno, St Magdalene, Crushsociety.