En el Mineral Digital
de hoy comentaremos un texto aparecido el domingo en el Diario la Rioja,com en el
cual unos excursionistas relatan su visita en agosto del 2012 a la Mina Marte,
en Ezcaray. Os preguntareis el porqué de que le demos vidilla a una excursión
ajena, la causa es comprobar la serie de imprudencias que puede llegar a
cometer un grupo de domingueros en las entrañas de una mina, aquellos que
llevamos muchos años dedicándonos a xtraer minerales de colección en minas
abandonadas, y que conocemos la mina Marte de primera mano, sabemos el riesgo
que ha corrido este grupo tras saltarse las vallas y protecciones de esta mina.
En el cuarto párrafo del texto podeis leer: “Frente a su
impresionante entrada, entonces abierta y sin señal alguna de advertencia”.
Bien, este dato es incierto, ya que el vallado de la Mina Marte lleva allí
desde el 2008, que sepamos, en dicho vallado había un cartel advirtiendo de los
riesgos de desplome de la mina, y para más INRI, en la boca de la mina hay una
cruz y unas flores que señalan la muerte de una persona hace años, una de las
causas por las que se cerro la entrada. Por lo tanto, este grupo de
domingueros, ya que no merecen otro nombre después de ver la imagen principal
que han colgado en el Diario La Rioja, donde se ve que algunos no llevan casco,
ni luz, ni guantes, y que como única ayuda solo llevan una vara de avellano,
como decíamos, estos domingueros han saltado la valla, se han pasado por el
forro el cartel de aviso y han hecho caso omiso de la cruz y las flores, para
meterse en una mina que se cae a pedazos, algo de lo que podemos dar fé y que
no ofrece más que limonitas y catas semihundidas. Se puede ser un imprudente,
se puede ser un dominguero, pero si además de ello, uno se permite el lujo de acusar
a los coleccionistas de minerales de “arrasar con todo lo que había” en una
mina que no ha dado ni una pieza decente para colección, exceptuando truños de
formaciones espeleotematicas de neoformación y cuatro dolomitas chungas,
entonces, además de ofrecer una información incierta, ser unos imprudentes y
unos domingueros, son un atajo de tontos de baba. A continuación podeis leer el
texto completo que han publicado este domingo:
“Agosto es un mes ideal para hacer planes. Tiempo libre,
calor... En esas estábamos unos amigos, proyectando el horizonte inmediatísimo
–el tiempo vuela, sobre todo en vacaciones–, cuando uno de ellos comentó la
posibilidad de adentrarse en Marte, curioso nombre, aquí en la tierra, con el
que se bautizó a una de las principales minas que en su día horadaron el suelo
de Ezcaray y sus aldeas –la de San Antón, en este caso– en busca de mineral de
hierro, principalmente, pero también otros. De oro incluso.
¿Meterse en una mina?. La propuesta se rodeó,
inmediatamente, de todo tipo de temores catastróficos, enmarcados en la
oscuridad total de aquel, aún, desconocido agujero. No era cuestión de
imprudencias ni de jugarse la vida por llenar una hora de nuestro tiempo libre.
No nos pareció un tema baladí. No obstante, las aseveraciones sobre la
seguridad de los tramos que se proponía recorrer y, sobre todo, la anunciada
presencia en el grupo de Juan Carlos, un experto en montaña, espeleología,
rescate etc. y, además, conocedor además de la mina, hizo que los temores se
esfumaran, si bien es cierto que tampoco del todo.
El lugar en el que ya habíamos decidido adentrarnos era una
mina que se explotó como tal hasta mediados del siglo pasado. Hoy es uno de los
puntos geológicos-mineros singulares de La Rioja. Desarrollada en calizas del
cámbrico, el hierro se explotaba por pozos y galerías. Desde el Gobierno de La
Rioja explican que «su mena se presentaba en bolsadas pequeñas esparcidas en la
masa general y venía a representar la octava o la décima parte del total
arrancado». A ello añade que «el mineral extraído se beneficiaba en la forja a
la catalana de Posadas, que perteneció a la Sociedad Torre y Compañía», y que
«la producción de esta forja era escasa y cara, pero el hierro dulce que se
obtenía era de excelente calidad y se exportaba a Valladolid, Burgos y Zamora».
Frente a su impresionante entrada, entonces abierta y sin
señal alguna de advertencia, pero desde hace unos meses cerrada por el Gobierno
de La Rioja, nos presentamos un 12 de agosto tras cruzar la coqueta y bien
restaurada aldea de San Antón, pasar junto a su singular iglesia y remontar un
camino que discurre paralelo al arroyo Regaldia, que ilustraba nuestro caminar
con brillos y regalaba a nuestros oídos el siempre agradable cascabeleo del
agua. Íbamos provistos de ropa de abrigo, calzado adecuado y una colección de
linternas que, en la gran mayoría de los casos, se desmostraron totalmente
inservibles, engullida su luz por la oscuridad total de la cueva.
Afortunadamente, nuestro experto guía llevó unos cascos con lámpara de carburo,
cuyo funcionamiento nos explicó, aparte de que la aplicación de linterna de uno
de los teléfonos móviles demostró unos resultados sorprendentes...
Pero por partes. Nada más entrar en ella, la mina ya empezó
sorprendiéndonos por su espaciosidad. Al poco accedimos a una enorme sala, de
cuyas dimensiones puede dar una idea el hecho de que no hace mucho, se pensó
–sólo eso–, que podría servir de escenario de... ¡un concierto de Banda
Municipal de Música y coral!, con su correspondiente público, eso sí, de aforo
bastante limitado.
Continuamos nuestro paseo por esta singular oquedad, que
combina su parte natural con numerosas y laberínticas galerías artificiales,
realizadas, con mucho esfuerzo, sudor y, sin duda, bajos salarios, por la mano
del hombre. Alguna de ellas no conduce a ninguna parte, terminan
repentinamente. Por lo que se ve, no hallaron resto de la mena, que como queda
dicho se encontraba en ‘bolsas’, e interrumpieron la galería.
En nuestro camino observamos en algunas paredes curiosas
formaciones geológicas. En la mina, de hecho, es posible encontrar minerales de
hierro como la limonita, siderita, goethita u oligisto. Según relatan algunos
coleccionistas, hace tiempo era posible hallar en ella bonitos ejemplares de
aragonito coraloide y dolomita, aunque hace mucho ya que arrasaron con casi
todo lo que había. Además, pudimos dejar constancia de que en Marte hay vida...
Murciélagos que revoloteaban sobre nuestras cabezas en algunas oquedades.
Fue un bonito paseo, pero tampoco fue un camino de rosas...
Algunas zonas eran de difícil acceso o resbaladizas, lo que hizo que muchos
saliéramos de la cueva con golpes y arañazos. Además, en algunas partes se
habían producido desprendimientos, lo cual no sólo nos regurgitaba temores
perdidos sino que nos obligaba a agacharnos mucho, cuando no a reptar, para
pasar de una galería a otra. Una buena experiencia, irrepetible por cuanto,
como queda dicho, la mina ha sido cerrada.
No obstante, es justo confesar que al atisbar de nuevo la
luz del día, la mayoría de los que allí estábamos experimentamos una sensación
de alivio. Salimos y el sol se estrelló contra nosotros, reconfortante,
certificador de que podremos contar a nuestros nietos que, una vez, estuvimos
en las entrañas de Marte”
Fuente: La Rioja.com
Texto: Picapiedra y Javier Albo.
Imágenes: Javier Albo y Natalia Martínez Pajares
Enviado: Igor C. Logroño
Composición: Picapiedra