El libro “El Martinete de Los Pozuelos de Calatrava”, de los historiadores María del Carmen Arcos Domínguez y Manuel Molina Cañadas, editado por Ediciones C&G, es el resultado del trabajo “Ferrerías del siglo XIX en la provincia de Ciudad Real: El Martinete (los Pozuelos de Calatrava)”. Trabajo que fue presentado a la sexta edición del ‘Concurso Oretania de Investigación Histórica’ y obtuvo el premio ‘Castilla-La Mancha’.
En su prólogo Luis Fernando Villanueva González, gerente en el año 2003 de la comarca Montes Norte, relata la necesidad de ahondar en la historia de la única ferrería que aún se mantenía en pie, “El Martinete”, del siglo XIX y que posteriormente en el XX se utilizó como central hidroeléctrica. Para ello, se solicitó un Proyecto de Investigación que fue concedido por la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha en el año 2005: ‘Arquitectura Hidráulica en Montes Norte: Molinos, Ferrerías y Centrales Eléctricas’, para Luis Fernando Villanueva del proyecto y “del gran trabajo de sus autores, surge este lujo de publicación que nos abre las puertas al proceso industrializador de nuestra comarca. Siéntense tranquilos, retrocedan un siglo atrás e imaginen cómo nuestros antepasados ya invertían en dejarnos un mejor futuro”.
Para los autores de ‘El Martinete de Los Pozuelos de Calatrava’, esconde uno de los secretos más peculiares de la arquitectura industrial castellano-manchega. La primera pregunta al contemplarlo es: ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?. Escondido en el mismo Guadiana, cubierto por vegetación, no se llega a entender el porqué de la monumentalidad del edificio. El siguiente pensamiento es el desconocimiento del mismo, aunque aliviados porque su ubicación lo ha salvaguardado del expolio y la especulación del suelo.
Desgraciadamente los calificativos ‘cuatro piedras’, ‘casas viejas’, ‘nido de ratas’,… son algunos de los que enumeran a edificios que aunque no lo creamos, son miembros del amplio legado del Patrimonio Histórico Español.
El objetivo de ambos autores es mostrar pinceladas de uno de los edificios más singulares del Patrimonio Histórico en Castilla-La Mancha. Construcción que tiene que relacionarse con el impulso minero del siglo XIX, como consecuencia de ese suceso tan lejano que estudiábamos en el colegio, y que los profesores escribían en la pizarra como un titular de prensa: LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. Para María del Carmen y Manuel, la revolución industrial también tuvo presencia en multitud de pueblos de la región, construyéndose las primeras líneas de ferrocarril, pueblos mineros y un sin fin de fábricas que transformaron poco a poco, el paisaje rural que parecía fosilizado desde los relatos de Cervantes.
En ‘El Martinete de Los Pozuelos de Calatrava’ puertas, patios, casas, chimeneas, etc., saturan la vista, pero poco a poco se empieza a contemplar el verdadero tesoro, no como elemento arquitectónico, que lo es, sino como el descubrimiento de las historias de las personas que lo construyeron, lo habitaron y abandonaron. Con este libro quieren presentar algunos secretos que a lo largo de estos años han descifrado, con el objetivo de mostrarlos para que la sociedad tenga la capacidad de valorar la sostenibilidad de cada uno de los bienes que configuran el Patrimonio Histórico, con el fin de conservarlos para el conocimiento y disfrute en el futuro.
Según la Ley 4/ 1990, de 30 de mayo, del Patrimonio Histórico de Castilla La Mancha, forman parte del Patrimonio Histórico los bienes muebles e inmuebles que constituyen huellas físicas del pasado tecnológico y productivo. Actualmente, la arqueología industrial constituye un ámbito de investigación y trabajo multidisciplinar encargado de recuperar el legado del pasado industrial, tanto en lo relativo a los elementos arquitectónicos (edificios) como al modo de vida y a los medios de producción (técnicas) de un determinado grupo social.
Las grandes factorías de fundición que se desarrollan a finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX en España, se caracterizaban por unas tipologías arquitectónicas inspiradas en modelos ya probados con éxitos en otros países. Estos modelos son las naves industriales aisladas, donde el empresario comienza a considerar la fábrica no sólo como un lugar de trabajo, sino como un lugar de vida. Además, los ingenieros ven reconocida su labor con la integración en esta tarea de algunos arquitectos.
Industria en la provincia de Ciudad Real
Frente a la agricultura, la industria tenía escaso peso en la provincia de Ciudad Real. Los escasos talleres fabriles existentes se caracterizan por su naturaleza artesanal, dentro del más puro modo de producción preindustrial, limitándose, en el mejor de los casos, a la transformación primaria de productos agrícolas y al abastecimiento a la población de productos manufacturados.
Los ingenios industriales más numerosos en la provincia eran los molinos harineros y las prensas de aceite. En la fabricación de harinas se seguían utilizando los tradicionales molinos harineros de los que, a mediados de siglo, funcionaban, al menos, 130 de agua y 35 de viento, mientras que el número de molinos y prensas de aceite se elevaba a 164.
La provincia de Ciudad Real sólo contaba, a mediados de siglo, con tres establecimientos fabriles importantes, de los que dos procedían del Antiguo Régimen, como la fábrica de pólvora de Ruidera y la de blondas en Almagro y uno era de reciente instalación, la fábrica de tinajas de Valdepeñas. A éstos hemos de unirle la destacable actividad industrial de Alcázar de San Juan alrededor de la fábrica de salitre.
La presencia de 3 fundiciones (con 5 hornos en funcionamiento) pone de manifiesto el desequilibrio entre la dedicación a la agricultura y al resto de los sectores económicos, como la minería a pesar de constar con el criadero de cinabrio más importantes del mundo, el de Almadén, que no llegó a poseer ningún tipo de industria de transformación, limitándose los trabajos realizados en la mina a su mera extracción, tras la que se conducía el mercurio en bruto a las atarazanas de Sevilla donde se comercializaba.
La riqueza minera de la provincia, además del mercurio, comenzó a ser conocida a partir de la década de los cuarenta, coincidiendo con la fiebre minera general en España. Sin embargo, hasta cuarenta años después los trabajos no alcanzaron una significación especial. En 1848, las 65 minas en activo y los 36 escoriales ocupaban únicamente a 280 personas. Las dificultades de las comunicaciones, el mal estado de los caminos y carreteras imposibilitaba un mayor desarrollo económico.
El área geográfica donde se localizaban y concentraban los yacimientos mineros en Ciudad Real se situaba al sur de la provincia (partidos judiciales de Almodóvar y Almadén), sobre la franja metalífera de Sierra Morena. Los grupos mineros que se explotaban era: Grupo del Horcajo. Término de Almodóvar; Grupo La Victoria. Almodóvar; Grupo Villagutiérrez: Abenójar; Grupo Horcajuelo: Anchuras. El más importante era el Establecimiento Minero del Estado en Almadén.
En cuanto a la minería de hierro, según Francisco Quirós los pequeños yacimientos ferruginosos existentes fueron objeto de explotación a fines del siglo XIX, para utilizar el mineral como fuente en las fundiciones de plomo que entonces funcionaban en la región. En 1882 se explotaba en el término de Argamasilla la mina de hierro llamada “La Yema”, de la que se obtuvieron 750 toneladas de mineral que se utilizaron como fundente en la fábrica Nuestra Señora de Gracia, de Puertollano. En 1883 la producción obtenida, 500 toneladas, se condujo con el mismo fin a Peñarroya, y un año después trabajaban tres minas en término de Argamasilla y una en el Cañada. Algún tiempo antes se habían explotado también minerales de hierro en el término de Los Pozuelos, que se utilizaron en la ferrería establecida por Francisco Pérez Crespo.
Las noticias más antiguas acerca de la fundición de metales en la región se refieren a las jabecas para la del azogue de Almadén, que a mediados del siglo XV existían en jurisdicción de Almodóvar. En 1597 se alude a una fuslina o fundición que había existido años atrás en el distrito de Almodóvar y en la que se fundían minerales de plomo y plata. No hay noticia de ninguna otra actividad metalúrgica hasta el siglo XIX, en el que, hacia 1845, se instaló una ferrería en el Guadiana, en término municipal de Los Pozuelos, en el mismo lugar que ocupa hoy la central eléctrica del Martinete. (Quirós, 1992: 114). Al parecer esta ferrería tuvo bastante actividad, enviando productos incluso fuera de la península. (Hosta, 1865: 41)
El Martinete es un complejo industrial de mediados del siglo XIX que se encuentra ubicado al norte del actual término municipal de Los Pozuelos de Calatrava (Ciudad Real). Situado en el margen izquierdo del río Guadiana, se trata de un edificio que se construyó para el desarrollo de la actividad metalúrgica del hierro o ferrería.
Un elemento decisivo en el emplazamiento y desarrollo de la actividad de El Martinete fue el río Guadiana, puesto que la energía hidráulica era la base de esta ferrería ubicada en su margen izquierdo.
Con el término de Martinete se hace referencia por un lado, al mazo o martillo accionado por ruedas hidráulicas y por otro, al taller dónde se utilizaban dichos mazos. Por ello, qué el edificio objeto de estudio mantenga este nombre, nos lleva a pensar que era una industria ligada a la metalurgia, ya sea ferrería o fundición.
Son escasas las noticias que se tienen sobre el origen del complejo industrial de El Martinete, apareciendo citado en las informaciones del Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico de España y sus posesiones de ultramar de Pascual Madoz, en el apartado de Los Pozuelos: “…ferrería en el río Guadiana recién establecida.” (Madoz, 1848). Por tanto, la ferrería pudo ser construida sobre 1840- 48, no conociendo con certeza el año de su puesta en funcionamiento.
Según fuentes orales recogidas por Macario León Nieto “…el establecimiento se creó entre 1840 y 1850, y todo comenzó cuando unos cazadores del norte vinieron y encontraron piedras de hierro, que fueron llevadas y examinadas por ingenieros expertos. Después de un tiempo, esos señores y algunos ingenieros volvieron, que según comentarios de la época se trataba de una compañía francesa. Se decidió empezar con los trabajos de construcción, para lo que trajeron personal especializado de diversos pueblos: arquitectos y maestros albañiles que vinieron de Quintanar de la Orden (Toledo). Entre ellos vino el maestro Julián Contreras, que junto a su familia fueron uno de los primeros pobladores de Los Pozuelos. También en estas fechas vinieron a trabajar los albañiles del Romeral, con el nombre de Juan García”. (León, 1997: 43- 44)
Según este autor, “las obras duraron algunos años, se hicieron viviendas para el personal y casas para los jefes y personal de fundición que vinieron del Norte (Bilbao). También se hicieron almacenes de material fundido.
Actualmente, El Martinete se encuentra en término de los Pozuelos de Calatrava, pero esto no fue siempre así; de hecho en los momentos de su construcción pertenecía al término municipal de Corral de Calatrava. Lo que actualmente pertenece al término de Corral de Calatrava, en el siglo XVI y XVII, pertenecía a tres encomiendas: la de Corral de Caracuel, Herrera y Bolaños, que se repartían 14.703 has que componen el actual término.
En definitiva y con los datos que conocemos hasta el momento, se puede llegar a las siguientes conclusiones: Francisco Pérez Crespo formó parte de una burguesía madrileña que se dedicó a invertir en propiedades surgidas de las desamortizaciones. Éste sería el caso de las tierras pertenecientes a la antigua Encomienda de Herrera, donde instaló una ferrería. Parece ser que conocía bien este ámbito industrial, puesto que era un sector muy desarrollado en el norte peninsular (Asturias, Cantabria y País Vasco), zona de la que era natural (Rasines ,Santander).
Según las instalaciones que se conservan en El Martinete, el método utilizado era el indirecto, es decir, se transformaba primero el mineral en fundición y luego éste, se transformaba en hierro utilizando hornos bajos de afino u hornos de pudelar. Para el primer paso, se construyó un horno en 1865 (según inscripción situada sobre dicho horno) con una altura de 7 metros aproximadamente.
El complejo construido estaba formado por unas naves industriales aisladas, donde el empresario comienza a considerar la fábrica no sólo como un lugar de trabajo, sino como un lugar de vida, es la llamada tipología de villa-factoría y estaba formada por: viviendas, patios, zona de talleres, almacenes, horno de fundición, presa, canal, etc.
En cuanto a los motivos que llevaron a la paralización de la actividad y desmantelamiento del complejo industrial, pudieron influir varios factores que supusieron el declive de muchas ferrerías:
- El carbón mineral empezó a sustituir al carbón vegetal, y aunque el hierro resultante era más frágil, produjo una reducción del precio de la fundición. Además, la combustión del carbón mineral es inferior a la del carbón vegetal, por lo que fue necesario aumentar la altura de los hornos.
- Retroceso del bosque y por tanto, un aumento del precio del combustible.
- Poca competitividad de los hierros labrados por el “método directo” frente a los fabricados en los altos hornos por el “sistema indirecto”. Es decir, aunque en El Martinete se utilizaría el método indirecto con un horno alto, no se podía competir con la producción que se empezó a alcanzar en los Altos Hornos del País Vasco.
- Elevados costes de comercialización y de producción, motivados por las difíciles comunicaciones.
- Problemas de financiación.
Todo ello motivó que a partir de la segunda mitad del siglo XIX, las ferrerías hidráulicas fueron disminuyendo su actividad hasta su desaparición, mientras que las grandes siderurgias fueron creciendo hasta la actualidad. Éste puedo ser el caso de El Martinete, donde los resultados obtenidos no fueron los deseados por el banquero madrileño, que a finales del siglo XIX decidió venderlo.
Posteriormente a la desaparición de la ferrería, se instaló una central hidroeléctrica que fue explotada por Felipe Sánchez de la Fuente en torno a 1920 (Herce, 1998: 109), aunque el aprovechamiento estaba a nombre de Antonia Enríquez de Salamanca. La central hidroeléctrica de El Martinete se caracterizó por tener instalada una turbina hidráulica sistema Francis de 216 Hp. (Herce, 1998: 109) y se mantuvo con actividad hasta 1963, momento en el que se abandonaron las instalaciones y la vegetación empezó a apoderarse del lugar.
Fuente, texto e imagenes: Oretania
Enviado: Sara Beranga. Ciudad Real