Un servidor, que siempre ha sido un firme defensor de la utopía como objetivo, y de la lucha y el compromiso participativo como arma, contemplo desde hace tiempo el devenir de los acontecimientos en la mineralogía española desde mi propio campo de juego, escuchando el lejano vocear de otros campos, sin prestarles la más mínima atención. De vez en cuando, alguno de mis compañeros de afición, quiere debatir conmigo acerca de lo que ocurre en esos campos, y siempre le doy la misma respuesta:
“Amigo, no escuches lo que te digan, sino quien te lo diga, y cuando tengas elementos suficientes para juzgar el porqué te lo está diciendo, entonces opina y escucha”.
Una vez más, y no será la última, daré razones a quienes vocean, para que sigan emitiendo sus gritos histéricos y reiterativos, para ello emplearé el sentido común y la constatación de hechos consumados. Comencemos nuestro recorrido pues, a través del fascinante mundo de la zoología mineral, o de la diversa fauna que la compone.
Comenzaremos por las instituciones, cúspide de la pirámide mineralógica, esos museos activos o muertos, donde se almacena el saber y el conocimiento mineralógico, esas instituciones que entregan un papelito de agradecimiento a aquellos que les donan ejemplares para su estudio o conservación, dirigidos o regentados por personas, como usted y como yo. Instituciones que regularmente actualizan sus colecciones, o no, y que para ello utilizan un método no por todos conocido, que es el de intercambiar las muestras por papelitos de colores con números impresos, con el fin de poder adquirir nuevas muestras de mayor enjundia o de mantener los estudios que realizan. Fruto de esta política museística se han podido ver piezas donadas en las paradas o puestos feriales, e incluso en webs de venta de minerales. En cierta ocasión, un servidor preguntó a un responsable museístico, a expensas de un requerimiento de piezas de este último, si en vez del papel de agradecimiento le podría dar otro papel donde dijera que las piezas le serían devueltas a él o a sus descendientes, antes de que llegaran a venderse, la respuesta fue que no, faltaría más, el uso que las instituciones puedan hacer con las donaciones debe ser libre, y no condicionado por el donante. Nunca doné nada, ni lo haré en un futuro mientras esta premisa siga viva. Aún más si cabe después de comprobar que en algunos museos, se exhiben piezas de baja calidad, mientras que las colecciones privadas de sus dirigentes y amigos engordan de manera astronómica y reiterativa, cuando en el pasado dichas colecciones, no pasaban de ser meramente testimoniales. La figura faunística metafórica es la del zorro, alimaña ladina que asola los gallineros manteniendo una pretendida dignidad.
Seguiremos con las organizaciones, escalón inferior y dividido a su vez en dos, por un lado las asociaciones y por otro los colegios profesionales, ambos comparten escalón ya que en muchas ocasiones los intereses de los unos son los de los otros, y viceversa. Las primeras están regidas, sea en su junta directiva o en sus cargos más sobresalientes, en su mayoría por comerciantes, lo cual no es óbice u obstáculo para que en sus estatutos figure la frase “sin animo de lucro”, lo cual es muy conveniente a la hora de recibir subvenciones para celebrar eventos que si tengan este ánimo, barnizados convenientemente con una laca de altruismo didáctico en forma de talleres para niños, charlas, etc.… En más de una ocasión, los directivos de estas asociaciones efectúan reconocimientos del terreno una o dos semanas antes de una salida de campo de dicha organización, la excusa es comprobar que merece la pena acercarse, y también llevarse todo lo que pudiera ser susceptible de intercambio por papelitos numerados. Luego, si en dicha salida los asociados cometen alguna tropelía en fincas privadas, como recientemente así ha ocurrido, o si algunos se les demandan fuera de los límites marcados por la ética y la decencia, con no comentar nada públicamente sobre el tema, tema olvidado. No puedo obviar tampoco la presencia en dichas asociaciones de personas que amparados bajo la figura estatutaria antes comentada, aprovechan toda información asociativa para sus propios fines lucrativos, una presencia cada día más numerosa.
En este escalón asociativo, he situado también a los colegios profesionales, el porqué tiene que ver con aquellos titulados y colegiados que desarrollan su labor en explotaciones mineras activas o yacimientos geológicos protegidos, son muchos los casos de estas personas que se dedican a defender con uñas y dientes la prohibición de acceso a las explotaciones donde trabajan, para impedir la entrada no autorizada de coleccionistas y aficionados, siendo luego estos mismos señores los que nutren de muestras a los comerciantes, sea directa o indirectamente, conservando grandes colecciones de piezas, de contadas explotaciones, aquellas donde han trabajado, y enormes trasteros y garajes plagados de cajas de muestras esperando su revalorización en el mercado. Estos señores, que tan celosamente protegen la entrada a “sus minas”, en su periodo vacacional y de ocio, asaltan explotaciones activas de otros, con el fin de conseguir nuevos ejemplares para sus colecciones monotemáticas, es decir que lo que nos niegan a los demás, lo toman ellos mismos. Se están dando casos, en la actualidad, de este tipo de personas al frente de yacimientos catalogados como patrimonio subterráneo, geológico y natural por la UNESCO en nuestro país.
Este escalón de la pirámide lo forma la figura faunística del lobo, el cual necesita a la manada para atacar al rebaño, y luego retirarse a su guarida.
Un tercer escalón de la pirámide, es el formado por los comerciantes, legales e ilegales, que viven o pretenden vivir de los minerales en nuestro país, hay diversidad de ellos, dependiendo si son marchantes, comerciantes web, feriantes, comerciantes del mercado negro o simples buscavidas. No voy a extenderme demasiado ya que este tema le he tocado en anteriores editoriales, y no es cuestión de repetirse más de lo necesario, sabemos de la utilización de maquinaria pesada por algunos de ellos en los yacimientos y escombreras, y no me refiero a un pistolete o martillo neumático, sino a retroexcavadoras y palas en paisajes protegidos, a camiones bañera llenos de escombro rumbo a la finca de alguno, donde seleccionan luego el material, al monopolio de ciertas explotaciones en connivencia con el facultativo de turno, y a ese largo etcétera de tropelías (rotura de bocas de pozos, corte de candados, sierra de verjas, destrozo de bisagras) que a los demás, se nos prohíbe. Salvando algunos casos que se dan en todos los escalones de la pirámide, de gente legal y por derecho, estos representan la figura faunística de la hiena, carroñero insaciable y nocturno, que durante el día duerme placidamente esperando otra noche de caza.
El siguiente escalón es el formado por los científicos, la gran mayoría de ellos alejados de las mieles del coleccionismo y centrados en su vertiente más profesional del descubrimiento y el aprovechamiento de recursos. Sin embargo también los hay que no permanecen ajenos al auge del coleccionismo, unos en su vertiente topográfica, imbuidos por un sentido del deber hacia las generaciones futuras, deseosos de dejar un legado a sus espaldas. Otros imbuidos por un equivocado sentido de la responsabilidad y del protagonismo, más cercanos a escalones superiores de la pirámide, en la errónea creencia que de allí manarán las mieles de su recuerdo para la posteridad. Estos últimos aprovechando su posición para beneficiar a quienes les benefician a ellos, sin más miras que el mutuo beneficio, y no el bienestar común de todos.
Esta figura la representa el búho, un depredador sabio y alado, que gusta creerse por encima del resto por el mero hecho de que puede volar hasta las ramas de los árboles.
Y ya vamos llegando a los últimos escalones, le toca el turno al coleccionista, ese señor que se recorre las ferias y las paginas web con la visa platino en la boca, que gusta de tener los mejores cristales en su colección, aunque se los cobren a precio de estafa, que es uno de los grandes culpables de la política de precios actual, y por lo tanto de la crisis de ventas actual, esa misma persona que desprecia los hallazgos mineralógicos de los aficionados porque no están a su nivel, y porque evidentemente no tiene ni la más remota idea de mineralogía, cristalografía, geometría, química o ninguna de las ramas que componen el mundo mineral.
Evidentemente, este ejemplar es el asno, todo orejas y dientes.
Y en el último escalón, la base de la pirámide, el sustento de toda ella, los aficionados, esas personas que ocupan su tiempo de ocio en investigar, viajar, aprender, formarse, compartir, descubrir y disfrutar de la mineralogía. Como en el resto de los escalones, también hay sombras, elementos que revientan los yacimientos de otros compañeros después de aprovecharse de su buena fe, elementos que venderían a su madre por una piedra o una información, elementos dispuestos a vender hasta el último truño que encuentren, individuos que atraen a sus redes a novatos para exprimirlos y luego tirarlos, y por supuesto, personas de buena fe que no tienen más interés que disfrutar con los amigos de un día de campo y de unas cervecitas en una mina.
Este grupo lo conforman los gorriones, aventureros audaces, que lo mismo pican unas migas en el parque, que te llevan la tarta del alfeizar de la ventana. En ocasiones hay corvidos en este grupo gorrionil, pero se los distingue enseguida.
Así tenemos la pirámide zoológica completa, zorros, lobos, hienas, búhos, asnos, cuervos y gorriones. Ahora solo hemos de encontrar la jaula donde convivan todos, jaula que quieren construir los zorros y lobos, apelando a la imbecilidad del asno, a la sapiencia del búho, al interés de hienas y cuervos, y lamentablemente, a la buena fé de los gorriones.
Animalitos…
Texto y composición: Pablo Cantero Castillo (Picapiedra)
Imágenes: Wes Anderson, Gonzalo Martinez, Bfotos, Pollostruces, Juan Yanes y Mariguari.