Atravesamos una de las épocas del año más importantes para
la búsqueda de minerales, un primer período vacacional en el cual muchos
aficionados ponen sus primeras esperanzas para efectuar alguna excursión o
salida, en busca de esos minerales que han ido viendo durante el invierno, sea
en otras colecciones o en hallazgos de otros compañeros. Esta preparación
previa a la salida vacacional obliga al buscador a investigar y preguntar por
doquier a todo aquel que pudiera ofrecerle cualquier información sobre las
minas y yacimientos a visitar. Las herramientas más utilizadas para ello son
las primeras ferias del año e internet, en unas se pregunta a los asistentes y
comerciantes, se fijan en las etiquetas, y se intentan recopilar todos los
datos posibles que generen una salida fructífera o cuando menos divertida, en
internet se navega a saco por las webs donde unos u otros hayan enseñado material,
excursiones o datos aleatorios, también se aprovechan las redes sociales para
indagar acerca del estado de los yacimientos y de las posibilidades de
visitarlos.
Hay una tercera opción, que es la menos cómoda y la menos
utilizada, la cual consiste en bucear en los archivos histórico mineros, en las
bibliotecas y en los fondos documentales de las empresas mineras, esta opción
requiere tiempo, desplazamientos y gastos, además de un considerable esfuerzo
de síntesis y lectura, sin embargo, aquellos aficionados que salimos todo el
año, que aprovechamos cada fin de semana o festivo, sea la climatología más o
menos adversa, sabemos que esta tercera opción es la más efectiva y decisoria
en cualquier búsqueda.
Los comerciantes se lo perdonan porque es un
cliente fijo, aquel que les compra los truños que no les compra nadie, y no es
cuestión de mostrarle el desprecio que a sus espaldas sienten por él, desprecio
que es la comidilla de los mentideros mineraleros, y así mientras él sigue “informando”
de sus “hallazgos” y mareando a los incautos que caen en sus redes, los demás,
los buscadores con todas las letras, sean estos buscadores con intereses comerciales o no, lo desprecian como lo que es, una cucaracha que se dedica a
recoger a las migas que los demás van dejando, mientras se cubre de una falsa
capa que ni se ha ganado, ni se ganará nunca, un pobre diablo, un triste
bocachancla..
Mientras tanto, los buscadores de minerales que se dejan el
alma investigando y trabajando la roca, obteniendo resultados y piezas que el
bocachancla solo puede soñar, engrosan sus colecciones y su fama bien ganada,
su suerte trabajada y sudada, sin necesidad de dárselas de nada y ofreciendo
informaciones veraces y contrastadas a aquellos aficionados menos hábiles y que
no disponen del tiempo o de la capacidad de búsqueda de ellos. Sin artificios
ni medias tintas, sin embustes ni mentiras, por pura solidaridad y
compañerismo, porque entre tanto bocachancla y tanto sinvergüenza siempre se
puedan encontrar personas con sentido común y otra manera de entender la
mineralogía.
La búsqueda de minerales tiene algo de aventura, tiene mucho
de conocimiento, y aún mucho más de experiencia y sudor, abrir una geoda es
algo que todo buscador ansía y que está al alcance de muy pocos, porque la roca
no perdona ni regala nada, para abrir una cuarcita, una caliza gris de montaña,
una siderita o un granito, hace falta algo más que unas manos de Airgamboy, algo
más que un martillo de geólogo, y la suficiente cabeza para saber como atacarla
sin romperla una vez abierta. Hace falta saber leer la roca, las fallas del
terreno, saber utilizar la herramienta y no desesperar cuando el trabajo es estéril.
Hace falta ser un buscador, porque ser un dominguero de escombrera o una
cucaracha, lo puede ser cualquiera.
Texto e imágenes de un servidor: Pablo Cantero Castillo (Picapiedra)