viernes, 24 de abril de 2009

Mina de azabache de Oles. Villaviciosa. Asturias

Los primeros trabajos de sondeo y prospección en la mina de azabache de Oles, la única en Europa, están ya en marcha. Los operarios de la empresa Garaysam S.L. trabajan estos días perforando una antigua huella ya existente con el objetivo de llegar hasta la veta del negro fósil que se estima que puede estar a algo más de 20 metros de la superficie.
El proceso de localización del azabache no es sencillo porque, a pesar de que se sabe que en esa capa lo hay -es la misma en la que está la mina del difunto Tomás Noval, el último minero de azabache-, está sedimentado en láminas y puede que la boca de la máquina perforadora pase entre ellas sin alcanzarlas inicialmente.
Una vez se encuentre el lignito jurásico, se realizarán dos sondeos más en otras huellas mineras próximas y luego se precederá a abrir una galería. Los resultados de estos trabajos y los análisis de las muestras extraídas, acompañado de fotografías, serán enviados a la Dirección General de Minas, que decidirá si le concede el Permiso de Explotación a la empresa, con lo que ya podrán extraerlo y empezar a comerciarlo. Si todo va bien la extracción de azabache de manera regulada será una realidad en algo menos de un año. Actualmente Garaysam S. L. cuenta con el Permiso de Investigación que fue concedido por el Principado y que sólo le permite explorar, pero no extraer el fósil para su comercialización.
El azabache de la franja jurásica de Asturias es considerado el mejor del mundo con el británico de Whitby, que está ya prácticamente agotado. En la capa en la que se están efectuando las perforaciones los ingleses llegaron a extraer en el pasado unos 3.000 kilos al mes, por lo que se tiene la certeza de que se localizarán vetas de azabache que permitan sacar piezas de tamaño importante. Curiosamente, en la huella donde se está trabajando existe una antigua galería de escasamente tres metros de profundidad. Por lo visto aquellos mineros desistieron al no dar con el fósil tan rápido como ellos esperaban.
Estas labores han podido comenzar gracias a la modificación del planeamiento que fue aprobada en marzo por el Pleno y que, tras rebajar el nivel de protección paisajística permiten la extracción del lignito jurásico. Tomás Noval, considerado el último minero de azabache, reposa, desde hace unos días, en el lugar que él mismo eligió para que se depositaran sus cenizas: próximo a la entrada del yacimiento que fue toda su vida. Sus familiares desconocen el motivo por el que Noval tenía claro y dejó dicho antes de fallecer, el 9 de agosto de 2008, que quería permanecer para siempre en ese punto concreto. La razón se la ha llevado con él. El propio Tomás Noval comenzó a realizar una cruz de granito en su memoria, pero la finalizó uno de sus sobrinos. El destino hizo que unos meses después que él muriese uno de sus hijos, quien también dejó expreso deseo de que sus cenizas permanecieran junto a las de su padre. Aparte de sus vínculos familiares y del nombre, a los dos los unía el azabache, aunque de diferente manera: uno lo trabajaba y el otro lo extraía de las entrañas de la tierra.
Tomás Noval continuó bajando a la mina hasta pocos meses antes de morir, a los 87 años. Ayudado por su incondicional medio de transporte, un tractor, acudía a ella todos los días, pertrechado con una chaqueta, unos pantalones viejos, unas enormes botas de agua, una boina que sustituía al casco, su inconfundible lámpara de carburo y un saco. «Parecía un pobre», comenta su nieta, Teresi García, pero la mina de azabache era para Tomás Noval «su vida. Si estaba de mal humor, allí se le pasaba», afirma su hija, María Teresa Noval. Con la única compañía de la radio, que nunca podía faltarle, y la de los murciélagos, que compartían habitáculo con el último minero del azabache, pasaba la mañana en la escombrera de Oles. «Nunca llevaba reloj y siempre salía a la misma hora», agrega su nieta. Estas mujeres recuerdan uno de los episodios más difíciles que vivió Noval en la galería. Fue cuando se quedó atrapado en su interior y pudo salir guiándose por la dirección del agua. Entonces prometió ir todos los domingos a misa, compromiso que cumplió hasta el final. Noval compaginaba la ganadería con la extracción del azabache, que le permitía suministrar material a los artesanos. Sus comienzos estuvieron vinculados a su padre, quien un día le encargó llevar unas piezas a Ujo por las que le pagaron 20 pesetas. Le pareció una fortuna. Desde entonces su vida fue la mina y el azabache.
Asociación del Azabache de Asturias: http://www.azabachedeasturias.com/
Composición e historia del azabache:
Textos: Mariola Menendez y Terry Basterra.
Fuentes: Comercio Digital y La Nueva España.
Fotografías: Terry Basterra, Lise y Ana Paz Paredes.
Enviado: Pedro L. T.
Composición: Picapiedra

2 comentarios:

Pablo Olivares dijo...

Sin duda una bonita historia. Digna de un cuento de E. Hemingway.

Picapiedra dijo...

Pues si tocayo, ya me gustaría tener mi propia mina para que me enterraran en ella, me conformaré mientras tanto con un hoyo bajo un roble, eso sí, que me entierren con maza y puntero (por si las moscas).Un saludo
Pablo

 
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